La educación actual se basa en el pensamiento vertical o lógico, dejando fuera el pensamiento lateral y por tanto no potenciando las capacidades creativas del individuo.
Juego y trabajo se consideran opuestos e incompatibles. Realizar algo práctico se opone al juego, que se entiende que busca la satisfacción como único fin, sin considerar la posibilidad de utilizarlo como instrumento, matando así la posibilidad de ser creativo e innovar.
Vivimos en un sistema social que premia el conformismo y la adaptación a las normas establecidas. Existen unas normas de conducta, pensamiento y acción que deben ser obedecidas por todos los individuos y desde pequeño te inculcan que no es útil fantasear.
La presión de grupo cuida de este elaborado sistema de normas y valores mediante un complejo sistema de sanciones. Ser curioso o dudar de los valores está mal visto y las innovaciones son habitualmente prejuzgadas sin darlas tiempo a plasmarse en la realidad.
Olvidemos las estadísticas, creatividad significa arriesgar.
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